Ojalá supieras cómo es ella.
Cómo se solía reír por todo, andar por el centro o por Miguel Hernández, o por donde fuere, dando saltitos, como un huracán o un terremoto que, aunque no arrasaba con todo a su alrededor, si me arrasaba a mí por dentro.
Cómo es que alguien se preocupe por ti hasta tal punto de enfadarse si duermes poco, si comes mal o si algo te ha sentado mal y no vas al médico. También cansaba el tener a alguien encima siempre.
Ojalá supieras cómo es el saber que, aunque sea al otro lado del teléfono, hay una persona que espera ansiosa una llamada tuya en vacaciones, una llamada que nunca suele llegar.
Una persona que, a pesar de correr el riesgo de que te enfades con ella y la amenaces con no veros más, se quiebra la cabeza por hacerte un regalo a mano. Que no será lo más bonito del mundo, pero le ha costado su tiempo.
Una persona que intenta, aunque no siempre lo consigue, hacerte feliz. Que sabe qué temas dejar y en cuáles pinchar para que mejores poco a poco.
Una persona que, aunque esté mal, te busca y te cuenta, te pide ayuda. Y me encantaba dejarlo todo por intentar ayudarla.
Pero eso es pasado.
Esa persona ha cambiado. Ya no es la chica cariñosa que solía ser. Ya no ríe, ya no salta, ya no busca salir contigo. Esa persona ya no se preocupa porque des pasos, ya sean pequeños o grandes, o que mejores en tus temas tabús.
Esa persona ya no es reconocible en esta chica. Y sé que gran parte de la culpa la tengo yo.
Que la he hecho daño, y ella ahora me lo está haciendo a mí; que la he decepcionado muchas veces y por eso ella ya no me busca; que la he dejado sola esperando unos cambios o unos actos que, a pesar de TODO este tiempo, aún no han llegado.
Esa persona se ha cansado. Esa persona no me aguanta.
Y yo sólo hago que pensar en qué quiero yo o qué me duele, aunque empiezo a ponerme en su lugar. En que he estado diciendo no no y no y poco sí, en que se ha hecho, en algunas cosas, lo que yo he querido, sin preocuparme (al menos no en gran medida) de qué era lo que quería ella. Y se lo podía haber dado, es algo extremadamente sencillo. Pero no he sido capaz. Mi parte interna cobarde me agarra y me impide soltar. Y eso la ha ayudado a ella a ser así. Porque siempre me ha recibido en su entorno con los brazos abiertos, intentando incluirme en su día a día cotidiano, y yo no he querido, ni muchísimo menos, le he ofrecido lo mismo.
Y estamos mano sobre mano, ambos.
Yo diciéndole que no pienso ir, y ella diciéndome que no piensa intentarlo.
Yo insistiendo en que es ella, que es más fría, que no me trata ni me quiere igual; y ella dándome la callada por respuesta. Eso es lo que más me jode, que se calle.
Pero también.... ¿qué va a decir? Si sabe que diga lo que diga, voy a arremeter intentando que vea que mi punto de vista también es correcto, que hay grises, que no es todo blanco o negro; pero ella es monotonía. Ya no es una gama de colores.
Al menos, ya no. Y me da pánico que no lo vuelva a ser.
Roma, aún estando en ruinas era preciosa. Y así era ella antes.
Ahora sólo queda un Chernobyl frío y solitario, donde sólo da miedo entrar, y no es habitable.
A veces se vislumbra un pequeño rayo de color, de alegría, un día o unas horas en las que estamos como antes, pero sólo dura un tiempo limitado. Es similar a una ilusión.
Y hace frío sin su luz. Mucho frío.
Pero ha sido una luz que se ha ido apagando, que he intentado que lo pasara, pero tampoco he sabido pararlo. Incluso he ayudado a pisar esos rayitos de esperanza.
Y ahora sólo hay ilusiones rodeadas de oscuridad y frío. Mucho frío.
Sergio.
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miércoles, 24 de mayo de 2017
Tercera persona
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