Sergio.

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lunes, 1 de febrero de 2016

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Y ahí fue justo cuando ella cambió.
Fue en ese preciso instante en el cuál vio claro que no podía seguir así.
Que no podía pasarlo mal mientras que a los demás no les importaba.
Que no debía andar preocupándose por ellos cuando no daban ni un duro por ella.
Que ella había sufrido por su culpa. Que se lo habían hecho pasar mal.
Y le daba igual si había sido de forma consciente o no. Ella decidió devolverles la misma moneda.
Justo entonces se percató de que se dedicaría a vengarse. Se dedicaría a que sintiesen lo que ella había sentido. Que notasen el dolor. El rechazo.
Y al contrario, ella lo iba a hacer de manera consciente.

Desde ese momento, fue más seria. Más callada. Más pensativa.
Ella, que en su día fue la reina del drama, ahora lloraba en silencio.
Ella, que encontraba consuelo al contarle todo a alguien y tener su hombro para llorar, se empezó a callar todo.
Ella, que odiaba estar sola, que necesitaba a alguien, cambió radicalmente y sólo se necesitó a sí misma.

Y cuando notaron que cambió, fue tarde.
Por una vez, ella no fue la que se dio cuenta de las cosas tarde, y no pudo poner remedio.

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